sábado, 5 de mayo de 2007

Mmmm

Salmo de la halla

No soy lo que buscas, tampoco te busqué pero nos hemos hallado,

No te interesa ver lo que tienes cerca, mirando lejos con mirada miope

esencia utópica que te caracteriza.


No soy lo que buscas, tampoco te busqué pero nos hemos hallado,

Porque la razón se pierde entre mares embravecidos de olvido,

Haciendo evidente nuestras asimetrías


No soy lo que buscas, tampoco te busqué pero nos hemos hallado,

Tu indiferencia me lastima y tus atenciones me hieren sólo cuando no hay más caminos que el destierro.


No soy lo que buscas, tampoco te busqué pero nos hemos hallado,

Cuando a pesar de lo evidente de nuestras intenciones decidimos jugar a la querella con opción a ojos vendados.


No soy lo que buscas, tampoco te busqué pero nos hemos hallado,

No me busques ni me persigas con recuerdos que traspasan la mente, no te buscaré ni seguiré y te dolerá la indiferencia, la esencia no se halla de acuerdo a la semilla.


No soy lo que buscas, tampoco te busqué pero nos hemos hallado.

Becquerel


Muchas veces he muerto


Muchas veces he muerto, no las recuerdo todas pero sé que son muchas. Las últimas a manos del mismo verdugo, lo dije en múltiples ocasiones, muertes que con gracia y algo de ti, desaparecen para renacer en una vida infinita de momentos difusos. ¿Vos sabes a qué me refiero? -¡Mmmm!… quizás, la verdad siempre lo has sabido todo, me doy cuenta lo brillante de tu razón, y lo indeleble de mi olvido.

-¡bah! Siempre es más de lo mismo, llegas, asesinas y… luego me revives.

¿Será que estoy condenado a ser tu victima en este juego? y ¿algún día tendré valor de agarrar a los hechos con ambas manos y verlos sin lentes de soñador?

Maldita condición humana, frasecita de gurú, cual mercader de los triunfos, la esperanza es lo último que se pierde… … y fíjate las cosas sólo cambian de un lado, el lado por donde haces la misma herida, herida que me lleva a la muerte, muerte que me aleja de ti, lejanía que te entristece, tristeza que me conmueve, siempre la misma formula, que como resultado da el revivir por breves instantes.

Qué paradójico, pequeños instantes de vida, gota de existencia que mojan deshidratados labios que te hacen vivir, pero… ¿No entiendo? ¿No estaba muerto?

Sí, Seguramente siempre he estado muerto, y, sólo vivo pequeños y breves instantes, momentos compartidos, tardes asoleadas, risas sin dueños… vuelvo a decirlo con tono resignado y baldío, creo que por algún rato seguiré muriendo y reviviendo contigo, al igual que vos morirás y renacerás hasta que el destierro nos llame a su lado.

Becquerel

miércoles, 4 de abril de 2007

Intervencionismo y dictaduras formas del centro y la periferia
“nulla lege sine poena” “no hay ley sin castigo”.
Hablar de intervencionismo y Dictaduras parece algo complejo y extenso, al ser profundos en sus bases teóricas cada uno de estos conceptos son merecedores de ser objeto de estudio por separado, donde la inmersión en dichos temas nos haría descubrir un sin número de sub-temas de debate. No es mi intención tratar de abarcar temas que terminarían arropándome por su gran extensión y profundidad, mi intención viene dada en tratar de explicar y mezclar estos conceptos: intervencionismo y dictaduras con la teoría del centro y la periferia, con el fin de sintetizar, así como ejemplarizar algunos hechos históricos acaecidos en Latinoamérica durante el siglo pasado.

El hombre en su constante interactuar con el mismo hombre y la naturaleza, siempre ha buscado la forma de sobreponerse a su semejante, ya sea para tratar de saciar sus necesidades biológicas, deseos y motivaciones afectivas primarias que, bajo el principio del placer, buscan su realización inmediata. Esto lleva a un sistema de deseos y acciones encontradas, en el que el desorden o entropía, es decir, orden diferente y generalmente mucho más ininteligible, (Morín, 2000: 91) haya sido tratado y que siga tratándose desde diferentes perspectivas, con el fin de canalizarse en formas y maneras de organización social, donde el hombre en su afán por convivir en armonía, sistematiza las reglas de juego de la interacción social.

Es así que las teorías que explican la existencia del Estado sean numerosas y complejas, la historia de la humanidad tiene excelentes capítulos consagrados al nacimiento y evolución de ese ente superior de la sociedad. Lo cierto es que el hombre socialmente organizado no puede concebirse sin responder a un conjunto de reglas que norman la vida. Aislado, el hombre puede vivir a la libre voluntad, como poseedor de un potencial creativo de sobrevivencia inagotable. Pero cuando surge el hombre en sociedad, en un momento impreciso del pensamiento humano, nació igualmente la autoridad, bien sea para garantizar el dominio de un sector sobre otro o bien para establecer un equilibrio que hiciera posible la convivencia social. La autoridad o el Estado, como aparato de opresión de una clase sobre otra o el estado como armonizador de los conflictos humanos, son concepciones que se identifican con las tesis marxistas o liberales, respectivamente, y en torno a ellas o por su vigencia el género humano ha construido el gran edificio de su Historia.

Aristóteles nos habló del hombre como animal político, y nos decía que “…Sin la sociedad que nos rodea no somos seres verdaderos, la familia y el pueblo cubren necesidades vitales inferiores, tales como comida y calor, matrimonio y educación de los hijos. Pero sólo el Estado puede cubrir la mejor organización de comunidad humana” (Gaarder, 2000: 98)

El concepto de Estado ha sido discutido por pensadores políticos y filósofos durante muchos siglos, pero para nuestros fines nos parece adecuado la siguiente definición (tomada de Encarta, 2005) que dice “…denominación que reciben las entidades políticas soberanas sobre un determinado territorio, su conjunto de organizaciones de gobierno y, por extensión, su propio territorio”.

La característica distintiva del Estado moderno es la soberanía, y esta es el reconocimiento efectivo, tanto dentro del propio Estado como por parte de los demás, de que su autoridad gubernativa es suprema.

El Estado, en la mayoría de los casos se erigió siempre como una instancia de inmenso poder que, fuera del control de los ciudadanos, adquirió un poder discrecional, casi absoluto, sobre el resto de la sociedad. Nada quedaba fuera de su alcance, ni la economía, ni la religión, ni las libertades fundamentales de las personas. Esto fue típico de las sociedades tradicionales pero, en buena medida, se mantiene aún en el presente: predomina un criterio político donde el gobierno es siempre el que decide, donde no hay derechos inalienables que no puedan ser contravenidos por alguna ley o algún decreto, donde las constituciones se reforman para ajustarlas a la voluntad de los gobernantes de turno y la normativa vigente puede cambiar de un día para otro. El hombre sabrá por experiencia, que el uso del poder está muy alejada de la concepción moderna del Estado de Derecho y más próxima en su contenido, ya que no en su forma, a la de los absolutismos europeos de los siglos XVII y XVIII.

Centro y Periferia

La metáfora geométrica del centro y la periferia se usa frecuentemente para describir la oposición entre los dos tipos fundamentales de lugares en un sistema espacial: el que lo domina y saca provecho de esto, el centro, y los que lo sufren, en posición periférica. Esta pareja conceptual se remonta por lo menos a Werner Sombart en 1902, (Fuentes, 03/04. “Centro.” http://www.monografias.com/trabajos14/prin/prin.shtml) pero los economistas de las desigualdades de desarrollo son los que le dieron su forma contemporánea, con la teoría de la dependencia, teoría que caló en el pensamiento latinoamericano en la década de los 50 promovida por la CEPAL.

El concepto puede ser empleado en todos los niveles de la escala geográfica (centro y periferia dentro de los límites de un pueblo, de una ciudad, de una región, etc.). Pero ha tenido éxito particularmente a nivel mundial, como equivalente de las parejas mundo desarrollado / mundo subdesarrollado, o Norte/Sur. Hablar de centro/Periferia permite una descripción de la oposición de los lugares, pero sobre todo posibilita proponer un modelo explicativo de esta diferenciación: la periferia está subordinada porque el centro es dominante.

Para que la pareja tenga sentido, es necesario que existan relaciones entre los dos tipos de lugares, es decir flujos (de personas, de mercaderías, de capitales, de informaciones, de decisión,...), y que estas relaciones sean disimétricas (saldo desequilibrado de flujos, jerarquía de las relaciones de poder...). El centro es central justamente porque saca provecho de esta desigualdad y, recíprocamente, la o las periferias se caracterizan por un déficit que mantiene su posición de dominada(s).

El sistema descrito de este modo es autorregulado: el centro reproduce las condiciones de su centralidad y recíprocamente para la periferia. Hablar de periferia dominada es, pues, un pleonasmo. Sin embargo, justamente porque está fundado sobre una lógica de intercambio desigual, el sistema es dinámico.

Lucha por el centro

Hablar de centro y periferia en el mapa político mundial en el siglo pasado, nos lleva claramente a relacionar el centro con los dos actores principales de la guerra fría, como lo fueron la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y a su acérrimo antagonista Estados Unidos, quienes a pesar de no llegar a una confrontación de tipo armada sus luchas llegaron a otros campos como en lo ideológico, económico y diplomático.

Cuando el líder ruso Iósiv Stalin, buscando la seguridad soviética, utilizó al Ejército Rojo para controlar gran parte de la Europa Oriental, declarando la guerra ideológica a las naciones capitalistas de Occidente, los Estados Unidos se hicieron de planes para no permitir que Stalin creara un área de influencia soviética en la Europa del Este. Los norteamericanos estaban convencidos de que el dirigente soviético pretendía extender el dominio comunista a toda Europa, por lo que a comienzos de 1947 planteó una nueva política exterior. En su fase inicial fue denominada Doctrina Truman y se limitó a la ayuda económica a Grecia y Turquía, con el fin de apoyar a sus respectivos gobiernos frente a la influencia soviética. En sus fases posteriores recibió el nombre de “política de contención” y tuvo por objetivo bloquear la expansión del comunismo en cualquier parte del mundo.


Más tarde en 1948 los Estados Unidos lanzaron el Plan Marshall, Programa de Recuperación Europea, dotado de 13.000 millones de dólares para reconstruir la golpeada Europa Central y Occidental. Cuando Stalin respondió aumentando su control sobre Europa Oriental y amenazando la posición de Occidente en Alemania, Truman ayudó a crear una alianza militar que se denominaría Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para así luchar y a establecer una Alemania Occidental independiente.

La disputa por el centro entre soviéticos y norteamericanos no dejó inmune a los países de la periferia: En Asia los comunistas de China conquistaron el poder, éstos firmaron una alianza con Stalin, pero Estados Unidos se negó a reconocer al nuevo régimen; En Japón, entonces bajo control estadounidense, se aceleró el desarrollo económico para luchar contra el comunismo asiático; Mientras la comunista Corea del Norte, invadió a Corea del Sur en 1950, El presidente Truman envió al ejército estadounidense a la acción desembocando en una cruenta lucha por el paralelo 38 al mismo tiempo que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con la ausencia voluntaria de la Unión Soviética, aprobaba una resolución presentada por los Estados Unidos que imponía sanciones militares a Corea del Norte.

Cada superpotencia también intentó influir en las nacientes naciones de Asia, África, Oriente Próximo y Latinoamérica. En América del Sur, el Caribe y en América Central tanto los movimientos insurgentes como los permanentes golpes de Estado estuvieron, muchas veces, enmarcados en este conflicto. La Doctrina de la Seguridad Nacional y Plan Cóndor surgida en la década de 60 y 70 influyó en toda Sudamérica, produciendo permanentes violaciones de los derechos humanos.

El colapso del modelo ideológico soviético, ha dejado sobre el tapete, un nuevo escenario donde al parecer el mundo bipolar se reduciría a uno unipolar con Estados Unidos a la cabeza. La caída del Muro de Berlín en 1989 y el derrumbe de la Unión Soviética 1991, constituyeron victorias importantísimas del capitalismo, por lo menos en áreas del mundo bajo la influencia directa de Occidente. Sin embargo se ha entrado en una nueva etapa donde la globalización de los mercados, la entrada de nuevos países en las prácticas nucleares, el terrorismo y la intolerancia cultural están jugando un papel relevante, en la formación y redistribución de roles en los países centros y periferias.

“Lo que no ha cambiado respecto a la Guerra Fría es la subordinación de la Países pobres respecto a los países desarrollados. Es más, esta situación se está agravando con la introducción de algunos en la economía de los grandes mercados mundiales, en donde no pueden competir en igualdad de condiciones (…) Las consecuencias de la globalización son, fundamentalmente, un aumento de las desigualdades, de la relegación y la humillación de los países no desarrollados y de la degradación ambiental, lo que está produciendo un descontento entre amplias capas sociales en todo el planeta” (Stiglitz, 2002: 75)

Los centros de poder son conscientes del papel imprescindible de los instrumentos militares, es allí donde recae uno de los poderes para que la globalización económica y la situación de hegemonía del Centro sean factibles. Por ello, la industria armamentística y los ejércitos siguen siendo dirigidos desde el Estado (vía organización y/o financiación) y están exentos de las actuales corrientes liberalizadoras. En ese cometido destacan el ejército de EEUU y la OTAN y, a más distancia, el resto de ejércitos nacionales del Centro, alianzas como la Unión Europea Occidental (UEO) y los “cascos azules” de la ONU.

En sus intervenciones en los conflictos, el Centro ha buscado y buscará el control y la estabilización de esas zonas para la explotación de sus recursos y sus mercados, Guerra del Golfo, Yugoslavia, conflicto en Irak, etc. nos sirven de ejemplo. Tras el fin de la Guerra Fría los enemigos del Centro no son concretos, sino difusos. Así, de lo que se habla es de “amenazas”, y éstas abarcan desde el fundamentalismo islámico a las dictaduras agresivas o no sumisas de la Periferia, pasando por el terrorismo internacional, los nacionalismos emergentes, el control nuclear y de fuentes de materias primas estratégicas o los flujos migratorios. Es decir, una indefinición que permite intervenir donde y cuando se desee, además de retomar la escalada armamentística.

Intervencionismo

Después de haber explicado la teoría del centro y la periferia, hemos llegado a la acción principal de la cual dicha teoría se alimenta, es decir, el hecho consustancial que genera que el sistema centro-periferia mantenga su estructura y funcionamiento. El centro, no sería el centro por obra y gracia divina, esta, necesita de esa acción que denominaremos “intervención".

Una de las teorías de desarrollo más importantes en el plano económico fue elaborada en Latinoamérica en la década de los 60 por el argentino Raúl Prebish, la denominada Teoría de la Dependencia, en la que se afirmaba que la importancia para el capitalismo monopólico internacional era la de impedir o hacer más lento el desarrollo de los países subdesarrollados. (Fuentes, 03/04. “CEPAL.” http://www.monografias.com/trabajos10/prin/prin.shtml)

Lo anterior fue una lectura del contexto político y económico de esa época en América Latina, donde lo importante para ese momento era conseguir una salida al estancamiento económico, e ir en la búsqueda de una industrialización que llevara a la modernización, por lo que se acogió con verdadero entusiasmo las tesis de la CEPAL referentes a la sustitución de importaciones. Pero el centro desarrolló otra estrategia luego de la Segunda Guerra Mundial un modelo que combinó el intervencionismo económico con la inestabilidad política, apoyando según sus intereses a formas variadas de populismo, dictaduras militares y una continua expansión del aparato estatal, con el fin de evitar la proliferación del comunismo o cualquier forma que fuese contraria a su consolidación como centro.

“La intervención puede definirse como el acto ilegítimo mediante el cual un Estado se inmiscuye en los asuntos internos o externos de otro. Es un delito internacional condenado con todas sus fuerzas por el derecho, por cuanto desconoce el principio jurídico de la igualdad de los Estados y desecha completamente la noción de la justicia, haciendo prevalecer la fuerza en lugar del derecho en las relaciones internacionales” (Guerra, 85: 397).

Existen variadas formas de intervencionismo dependiendo de la forma o el fondo. Es importante conocer estas categorías para poder así relacionarlas con los hechos históricos que sucedieron en Latinoamérica. Por ende nos remitiremos a la clasificación que hace Daniel Guerra Iñiguez (1985: 397) en su texto Derecho Internacional Público el cual nos dice:

“Desde el punto de vista de la forma se ha dicho que existe intervención de carácter diplomático, oficioso, armado y financiero...
…Desde el punto de vista de fondo se ha hablado de la existencia de una intervención legítima y de otra ilegítima...”

Esta clasificación en realidad no es jurídica, pues todas las intervenciones son ilícitas. En la definición se dice que se trata de un acto ilegítimo que no se puede convalidar posteriormente. Y las intervenciones que se consideran legítimas, las cuales podrían justificarse jurídicamente dejarían de ser intervenciones.

En síntesis lo único claro es que existen diferentes tipos de intervenciones: Diplomático cuando los agentes diplomáticos hacen sus representaciones orales o escritas tendientes a la consecución de un fin perseguido; Oficiosa cuando el estado extranjero se vale de conductos no estrechamente vinculantes al gobierno para ejercer su acción; la armada cuando efectivamente intervienen las fuerzas públicas para el logro deseado y por último la financiera que es cuando la acción se ejecuta en contra de las finanzas de un país extranjero.
El denominador común de las intervenciones es la fuerza, así adopte las formas más sutiles de acción. El uso de la fuerza es legítimo mientras se use en defensa o represalias contra la agresión externa. El uso de la fuerza por represalias o de manera defensiva, no constituye intervencionismo. En esos casos, el gobierno simplemente está haciendo el trabajo totalmente legítimo y limitado de proteger la propiedad privada y los derechos individuales contra el uso de la fuerza física. El concepto de intervencionismo se aplica únicamente a casos en los que el gobierno no utiliza la fuerza en defensa o represalia, sino como el agresor, es decir, que usa la fuerza contra gente que no ha iniciado su uso.

La política que consiste en evitar férreamente el intervencionismo es la política del laissez-faire, que se puede entender muy sencillamente como: si una acción no representa el inicio de la fuerza física, el gobierno debe mantenerse al margen, es decir, no intervenir. La acción mediante la cual un Estado rechaza con todas sus fuerzas la intervención de que ha sido objeto se denomina contra-intervención. En la práctica se refiere a la intervención armada emprendida como defensa legítima ante un agente externo.

“En los últimos años, las corrientes intervencionistas han socavado el concepto de soberanía nacional y están obligando a demandar la legitimidad de la intervención autorizada internacionalmente. La doctrina de los derechos humanos ha adoptado esta postura interviniendo en regímenes despóticos; también se ha citado como una posible circunstancia legítima para invalidar la soberanía de un Estado la amenaza de desastres ecológicos surgidos por el comportamiento irresponsable de un Estado que afecta a los demás. La existencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que en 1946 vino a sustituir definitivamente a la Sociedad de Naciones, y de otras organizaciones internacionales que aceptan las intervenciones basadas en tales premisas ha reforzado esta tendencia.” (Encarta, 2005)

Sin embrago las Naciones Unidas no son un gobierno mundial, sino más bien un instrumento muy flexible mediante el cual las naciones pueden cooperar para solucionar sus mutuos problemas, la carta de las Naciones Unidas rectificó sobre lo anterior, puesto que en la mayoría de los casos en vez de colaborar en buscar salidas a diferentes circunstancias que se presentaron en determinados territorios, los resultados no siempre fueron en beneficio del país intervenido. Algunos de los casos:

Operación militar llevada a cabo para proteger las misiones humanitarias en Somalia, en 1992; la protección dada a los kurdos en el norte de Irak para resguardarlos de represalias por parte del gobierno de Saddam Husayn, tras la guerra del Golfo Pérsico de 1991; y la intervención militar de tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Bosnia-Herzegovina, durante la guerra de la antigua Yugoslavia en 1995; La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hizo valer su derecho a “defender el socialismo” contra las fuerzas democráticas en los estados con regímenes comunistas, tanto en el caso de la Revolución húngara, de 1956, como en el de la primavera de Praga, de 1968 así como también la intervención soviética que supuso la invasión en 1979 de Afganistán.

Es por ello que en la carta de las Naciones Unidas, en su Artículo 2, parágrafo 7, dice:
“Ninguna disposición de esta carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente carta, sin que por otra parte, se pueda invocar válidamente esta disposición en la aplicación de medidas coercitivas” (Camargo, A. 1949: 26)

Aún sigue siendo controvertida la cuestión de hasta dónde debería llegar una doctrina de intervención acreditada internacionalmente. Y hasta qué punto es verdad que la ONU y otros organismos internacionales como el FMI, Banco Mundial etc. no aplican medidas coercitivas, en pro de intervencionismos. Una cumbre de jefes de Estado del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, celebrada en 1992, sugirió cuatro condiciones en las que el intervencionismo sería lícito: genocidio, amenaza de desastre ecológico importante, incumplimiento grave de los tratados de no proliferación nuclear y amenazas a la paz y seguridad.

A lo anterior lo podemos relacionar de manera vaga con el conflicto en el Medio Oriente. En donde el proyecto sionista en Palestina, concebido por los ideólogos sionistas europeos, tuvo el respaldo de los ingleses, en el marco de sus intereses coloniales. La perdida de la influencia británica en la región y el avance de la influencia de EEUU, a partir de los años 50, permitió el desarrollo de las relaciones israelí-norteamericanas entramadas en la implantación de la hegemonía norteamericana en Oriente Medio y en el papel imprescindible que Israel debe ocupar como bastión de los intereses de EEUU en la zona.

“Israel está jugando el papel de potencia regional de carácter occidental en Oriente Medio, ocupando Gaza y Cisjordania incluida Jerusalén oriental desde 1948(…) ha venido ejecutando la misma estrategia combinada de represión militar y estrangulamiento de toda actividad publica y privada, colectiva o individual de la población Palestina apoyada por órganos internacionales como La Autoridad Nacional Palestina quienes han adoptado medidas económicas neoliberales dominadas por las políticas de Israel y las recomendaciones del FMI y el BM, que han favorecido la inmersión de la economía Palestina dentro de la israelí. De este modo, los salarios pagados a los trabajadores palestinos (mano de obra barata para Israel) vuelven a Israel en forma de pagos por bienes de consumo. Así como también los Acuerdos de Oslo han repercutido en la economía, la calidad de vida y el control represivo de los palestinos” (Almeida, S. 1/07/02 “entrevista a Stiglitz hablando sobre el «Consenso de Washington»” http://analitica.com/venezuela/entrevista/stiglitz)
Algunos casos latinoamericanos

Es importante empezar por diferenciar dos realidades, en dos momentos diferentes en el caso latinoamericano. El primero podemos ubicarlo en el siglo XIX, en la época colonial, donde Europa se mantenía como centro, mientras América como su periferia, a pesar del notable crecimiento en la escena internacional de los Estados unidos; el segundo momento, lo podemos ubicar en el siglo XX donde diversos hechos históricos sirvieron para que Estados Unidos lograra posicionarse en el centro del sistema y el resto de países, sobretodo los latinoamericanos, girasen entorno a este centro en forma periférica.

Para empezar con el primer momento debemos tener en cuenta que la formación histórica y sociológica de la comunidad internacional americana es muy diferente a la europea. Europa es una comunidad internacional formada por existencia de Estados organizados inmemorialmente en forma distinta unos a otros. Es decir, que al lado de una monarquía convivía una República, un Reino o un Imperio y dentro de un mismo estado coexistían multitud de nacionalidades separadas entre sí por conceptos de religión, cultura, prejuicios sociales etc. Estas comunidades, en razón de la existencia de esos elementos inamisibles, aparentemente parecían unidas bajo la dominación política del Estado, pero el primer movimiento guerrero que se daba lo aprovechaban para separarse, declarándose independientes o se anexaban a otro Estado. De allí que el mapa político de Europa haya cambiado con tanta frecuencia.

Diferente sucede en América. Ella surge políticamente como consecuencia de la revolución de independencia. Las antiguas colonias que habían pasado por un proceso de conquista, colonización e independencia, se presentaron como Estados separados e independientes, pero con ideales comunes, contribuyendo cada uno a la formación de un destino común. Un ejemplo de ello lo tenemos en la estabilidad con que el mapa de América ha perdurado en el tiempo, en comparación con otros continentes y la vigencia de principios de solidaridad económica y política que ha dado lugar al sistema jurídico interamericano.

A mediados del siglo XIX como consecuencia de los abusos cometidos por las grandes potencias europeas en sus prácticas intervencionistas, las cuales pretendían justificar basándose en distintas razones, surgió en América hacia 1823 la declaración Monroe. Declaración en la que James Monroe afirmaba que las potencias europeas no podrían colonizar por más tiempo a América, y en donde se exhortaba a estas a no intervenir en los asuntos internos de las recién independizadas repúblicas americanas (Guerra, 1985: 403)

La declaración Monroe estaba apoyada por la política Anti-interventora de Gran Bretaña, que desde 1815 se había venido oponiendo a la acción interventora de la Santa Alianza, para quienes lo más importante era mantener el status quo en Europa reponiendo los principios que habían sido abolidos por la revolución y las guerras napoleónicas, invocando el derecho de intervención, así como en su poder divino como símbolo del absolutismo.

A partir de la declaración de Monroe en 1823 se desarrolla en la comunidad internacional americana el concepto de la no intervención como fundamento del Derecho Internacional Americano, donde se daba una doble afirmación, que era, “no intervención de Europa en los asuntos de América y no intervención de América en los asuntos europeos”.(Guerra, 1949: 194)

La declaración Monroe no fue un obstáculo para que las potencias imperialistas de Europa continuaran interviniendo en América con el propósito de colonizar o detentar el poder en beneficio de sus personales intereses. Incluso Los Estados Unidos, país autor de mencionada declaración, se desató en una serie de intervenciones políticas, económicas y financieras sobre los países del sur.


En el siguiente cuadro podemos ver las intervenciones más resaltantes del siglo XIX:


Año / Intervención / Causa
1831 EEUU a Argentina; Tres goletas capturadas por autoridades argentinas a causa de haber violado la Ley de pesca; Los EEUU bombardearon la isla de Soledad.
1838 Francia a México; Bloqueo por reclamaciones de tipo pecuniario.
1840 Francia a Argentina; El presidente Rojas aprobó una disposición legislativa sobre extranjeros que afectaba a los franceses.

1842 Inglaterra a Nicaragua; Reclamo de la zona de Mosquitos aduciendo que le pertenecía desde el tiempo de la colonia.
1845 EEUU a México; Despojar de territorios a los mexicanos, Texas, Nuevo México y California.

1854 EEUU a Nicaragua; EEUU bombardea San Juan del Norte, Nicaragua por supuestas ofensas a nacionales norteamericanos.

1862 Francia a México; Reclamaciones de tipo pecuniaria, se pretende establecer una monarquía en México, pero en el fondo el propósito era establecer una valla a los EEUU hacia el sur.

1902 Gran Bretaña e Italia a Venezuela; Bloqueo por cuestiones pecuniarias.

1906 EEUU a Cuba Guerra contra España, la cual sirvió como excusa para instalar una base militar permanente.


“En los países latinoamericanos, los más afectados, se formaron clubes y centros anti-imperialistas en los cuales se proclamó el principio de la no intervención como norma de derecho necesaria a la convivencia pacífica de la comunidad internacional. Hostigados por todas partes, las potencias imperialistas se empeñaron en una abundante campaña impresa mediante la cual pretendían poner de manifiesto sus sentimientos desinteresados en sus actos condenables y a partir de ese momento se forma una dualidad más irónica que concebirse pueda; por una parte se habla de desinterés y de aplicación de principios, y, por otra se cometen los más viles atropellos amparados en la fuerza”. (Guerra, 1985: 423)

El intervencionismo siempre ha estado presente en las relaciones internacionales. El desarrollo político, social y económico de América latina estuvo signado en el siglo XX por la presencia de gobiernos autocráticos, dictaduras militares y oligárquicas que respondieron en general, a los grupos de poder de las distintas naciones y también a la intromisión, sobretodo de los Estados Unidos a través de la política del “Gran Garrote” inaugurada por Teodoro Roosevelt, que buscó hacer pie y dejar huella en su expansión económico-financiera y política.

Sin embargo, a pesar de que los Estados latinoamericanos tuviesen conciencia del panorama y el contexto internacional, en la mayoría de las ocasiones sucumbieron y fueron presa fácil de los objetivos que se trazaban las potencias, no importando, ni los acuerdos a nivel jurídico internacional que trataban de limitar el uso del poder para inmiscuirse en los asuntos internos, ni respetando los principios básicos de soberanía y respeto a la personalidad del Estado.

El Artículo 18 de la carta de la Organización de los Estados Americanos condena la intervención de un estado o un grupo de Estados en los asuntos que son de la jurisdicción interna de otro, al igual que de toda forma atentatoria de la personalidad del Estado, así como de sus elementos políticos, económicos y culturales que le son propios. Textualmente el artículo señala:

“Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir, directamente o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen”. (Camargo, A. 1949: 26)

Para el segundo momento de los casos latinoamericanos, ubicado en el siglo XX, sólo tomaremos algunos casos, quizá los más emblemáticos, ya que hay infinidad de intervenciones que sería difícil compilar en este monográfico, es por ello que tomaremos algunos entre los cuales destacaremos casos de países centroamericanos y el plan Cóndor.

Para iniciar el periodo que corresponde al siglo XX, es importante tomar en cuenta varios elementos característicos que llevaron a la proliferación de gobiernos autocráticos en Latinoamérica, en los cuales hay cierta homogeneidad histórica:

“Si bien América Latina, se divide en un número determinado de países, ningún continente parece estar tan cohesionado históricamente como el nuestro, en el que cada periodo histórico de un país, es la réplica o el anticipo del país vecino. Las dictaduras militares precisamente, agregan una particularidad difícil de explicar, en la historia americana. Podrían entenderse como la consecuencia de un derrotero común en la formación ideológica, que nos infunde una especie de vocación hacia las dictaduras.” (Bradford, 1985: 89).

Hablando de esta cohesión histórica podemos dividir en tres los momentos claves de las dictaduras en Latinoamérica en el siglo XX:

1) Durante la posguerra 1945–1958 emergen dictaduras militares que tiene por lo general un carácter populista y modernizador, como las de Odría en Perú y Pérez Jiménez en Venezuela. En otros casos, como los de Perón en Argentina y Vargas en Brasil, parecidas políticas son llevadas a cabo a través de gobiernos autoritarios que surgen, sin embargo de procesos electorales. Algo semejante ocurre en Chile y en Colombia, con Ibáñez del Campo y Rojas Pinilla respectivamente. En todos los casos el Estado asume un papel clave en la economía y en la construcción de infraestructura, aplicándose por primera vez sistemáticamente la política de sustitución de importaciones preconizada por la CEPAL en el marco de las ideas de "crecimiento hacia adentro" y nacionalismo económico en boga en toda la región. Estas mismas ideas, en un contexto político diferente, se siguen también en México y en Guatemala

2) 1958–1970: El derrocamiento de esos regímenes autoritarios o dictatoriales, que se produce casi simultáneamente entre 1955 y 1958, da paso, a una efervescencia democrática que se concreta en gobiernos por lo general débiles. La izquierda revolucionaria cobra impulso o emerge, según los casos, luego de la toma del poder por Fidel Castro en Cuba, amenazando la estabilidad de unas democracias que, en la mayoría de los países, todavía no logran independizarse de la tutela militar. Es la época de Rómulo Betancourt en Venezuela, Juscelino Kubitschek en Brasil, Arturo Frondizi en Argentina y, en un contexto diferente, Eduardo Frei en Chile. Todos estos gobiernos asumen ciertos matices populistas y socialistas, un mensaje de cambio y renovación y una prédica a favor del desarrollo económico y la redistribución de la riqueza. Es la época de la Alianza para el Progreso, (política económica promovida por Estados Unidos en su lucha en contra de la izquierda), de las guerrillas, el crecimiento de la izquierda y de una recurrente turbulencia política e institucional. Las economías por lo general crecen, pero afectadas por las ya manifiestas ineficiencias del modelo de crecimiento hacia adentro y el surgimiento de la inflación como un fenómeno crónico.

3) 1970–1982: El fracaso de la izquierda, tanto en sus vertientes insurreccionales como políticas, en su objetivo de tomar y mantener el poder, da pasó a un conjunto de dictaduras militares, generalmente muy represivas, que se extienden por casi toda la región. Sólo Colombia, México, Venezuela y Costa Rica escapan a este fenómeno, logrando derrotar o contener la insurgencia sin abandonar el marco constitucional, como en Venezuela y Colombia, respectivamente, o porque el avance de la izquierda no alcanza a cuestionar realmente al régimen vigente como en Costa Rica y México.

Esta esquemática recapitulación, objetable tal vez en uno u otro detalle pero que difícilmente puede negarse en lo que tiene de esencial, basta para mostrar la peculiar unidad de nuestra región: parece haber siempre amplios procesos, de alcance casi continental, que se inician en un país u otro según los casos y que se extienden a todas las naciones del área, adoptando formas particulares según las realidades de cada entorno nacional. Hay siempre excepciones, lo que podríamos llamar más técnicamente "casos desviados”,

Debido a quizá sea esta una de las características más resaltante de los países latinoamericanos, las potencias en pugna por el centro estudiaron y aplicaron diferentes métodos para tratar de hacerse de enclaves geopolíticos en pos de la supremacía en el centro. Es por ello que en el caso de los Estados Unidos buscando sus objetivos desarrollaron una “lucha preventiva” contra las guerrillas revolucionarias. Combatieron la expansión del Marxismo-Leninismo en América Latina lo cual se convirtió, a partir de ese momento en uno de los principales móviles de las intervenciones militares. Así quedaban las puertas abiertas para las Fuerzas Armadas en la represión de los movimientos insurgentes y de los partidos de izquierda en general, que serán precisamente, su principal blanco de exterminio. El modelo cubano y la posibilidad del avance comunista eran contemplados con preocupación por los sectores conservadores que ante el temor a la revolución, aprobaban con unanimidad la represión militar.

Las dictaduras se comprenden entonces, como la forma de enfrentar el desarrollo de los movimientos socialistas que irrumpen en los años 30, con el componente antagónico de la posterior guerra fría y la consolidación de Estados Unidos como potencia internacional tras la segunda guerra mundial. Lo anterior no solo es una anécdota sino un antecedente de importancia al examinar los golpes de estado militares avalados por el imperialismo norteamericano. Lo habitual era que los militares buscaran el consentimiento de la embajada norteamericana antes de dar el golpe de estado, de esta forma obtener una mayor legitimidad y reconocimiento internacional. Esto sin contar con los quiebres del orden institucional que fueron directamente impulsados desde Washington. Estados Unidos reforzó la posición de los militares golpistas invirtiendo millones de dólares en los ejércitos latinoamericanos, especialmente con préstamos que permitieron renovar el vetusto armamento disponible.

El intervencionismo norteamericano siempre tuvo sus intereses personales como el de toda potencia que interviene en otros países, sin embrago el uso de artimañas para conseguir sus objetivos se ve reflejado en los siguientes casos:

Panamá y Nicaragua

El descubrimiento de oro en California hizo que los estadounidenses entre 1850 y 1875 realizaran varios estudios para buscar la vía más eficaz para transportar el oro hacia otros continentes, los estudios indicaban que sólo dos rutas eran prácticas: la que atravesaba Panamá y la que atravesaba Nicaragua.
El gobierno estadounidense negoció con el gobierno colombiano para adquirir una franja de terreno de 9,5 Km. de ancho a través del istmo, pero el Senado colombiano se negó a ratificar esa concesión; sin embargo, la ambición estadounidense de poseer un pasaje interoceánico en Centroamérica provoco que en 1903 el propio Departamento de Estado propiciara un levantamiento militar en Panamá, que hasta ese momento estaba confederada con Colombia. Marines norteamericanos desembarcaron en Puerto Colon, y días después Estados Unidos llamaba a reconocer la "autodeterminación" panameña y a través de uno de sus representantes firmaba con la nueva junta de gobierno un tratado humillante para la soberanía del país. Los norteamericanos tuvieron entonces su canal y las ganancias millonarias derivadas del mismo durante un siglo. Estados Unidos y el nuevo estado de Panamá firmaron el Tratado Hay-Bunau-Varilla.

En 1964 después de que Egipto se hiciera del Canal de Suez, algunos sectores panameños exigían la nacionalización del canal de Panamá, el presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower ordenó izar la bandera panameña al lado de la estadounidense como expresión de la soberanía de Panamá con el fin de suavizar los resentimientos, pero esto no calmo los ánimos por lo que continuó la agitación, provocando que los disturbios fueran reprimidos por tropas estadounidenses.

Años más tarde cuando Omar Torrijos reanudó las negociaciones sobre el canal de Panamá en 1977, el tratado permitía a Estados Unidos mantener su soberanía sobre el canal hasta el año 2000 y concedía a Panamá un porcentaje de los peajes realizados; también estipulaba que todas las naciones tendrían acceso libre al canal. Aunque los grupos extremistas panameños no estaban de acuerdo con estas disposiciones, Panamá lo ratificó en 1978 y un año después entró en vigor. La oposición al acuerdo también se extendió a Estados Unidos, donde muchos de sus ciudadanos consideraron que el país estaba entregando una propiedad legítima y que el canal probablemente sería menos competente en manos de los panameños. Mucho se ha especulado acerca de la muerte de Torrijos en un accidente aéreo, sobretodo la hipótesis de que la CIA estuvo detrás de esta muerte.

Se abre una gran interrogante sobre la capacidad de la CIA de reclutar y formar narcotraficantes e intervenir en América Latina. Al igual que en Perú con Montesinos, en Panamá Manuel Noriega fue acusado de ser un agente doble de la CIA estadounidense, que además estaba vinculado con el narcotráfico, blanqueo de dinero y de los servicios secretos cubanos. Noriega reprimió un intento de golpe militar en octubre de 1989, pero dos meses más tarde 24.000 marines estadounidenses invadieron Panamá apresándolo y enjuiciándolo.

En el caso de Nicaragua el dictador José Santos Zelaya, intereso a los japoneses para que construyeran un canal interoceánico. Esto despertó la ira del presidente norteamericano William Taft quien ordenó un desembarco de marines, expulsando a Zelaya del poder en 1909. Dos años después Adolfo Díaz asumió la presidencia contando con el apoyo de Estados Unidos para quienes el objetivo principal era firmar un acuerdo por el que Estados Unidos obtenía el derecho a construir un canal a través del país desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, el acuerdo firmado 1916 denominado Tratado Bryan-Chamorro, le permitió a los norteamericanos tomar en arrendamiento las islas del Maíz y establecer una base naval en el golfo de Fonseca, todo ello a cambio del pago de 3 millones de dólares. El acuerdo desencadenó las protestas de algunos países de Centroamérica y supuso la formación de una guerrilla contraria al acuerdo. Los marines se mantuvieron en Nicaragua hasta 1925 y después de su salida se produjeron nuevas revueltas contra Díaz, por lo que volvieron a intervenir un año después. A partir de ese momento, las tropas estadounidenses lucharon contra la guerrilla del dirigente liberal Augusto César Sandino. Años más tarde los norteamericanos se fueron pero dejaron articulada la Guardia Nacional, un apéndice de sus tropas que dirigía Anastasio Somoza García, quien asesino al líder guerrillero Augusto César Sandino e instauro una dictadura sangrienta que duró décadas, y en la que el poder termino recayendo en su hijo Anastasio Somoza Debayle.

Cuando los Sandinistas llegan al poder en 1978 encarando enormes dificultades, intentaron activar la economía incentivada por la ideología izquierdista, se había nacionalizado la banca y pretendía llevar a cabo una profunda reforma agraria lo que a los Estados Unidos disgustó. Después de acusarles de abastecer a la guerrilla de El Salvador, el gobierno de Ronald Reagan inició el bloqueo económico del país en 1981 y empezó a financiar a grupos armados antisandinistas, la denominada contra nicaragüense. El resultado fue una mayor radicalización del régimen sandinista, que en 1982 firmó un pacto de ayuda con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Se inició así una nueva guerra civil que provocó numerosas muertes.

República Dominicana

Elegido presidente en 1930, Rafael Leonidas Trujillo mediante el uso de la fuerza presidió una de las dictaduras más severas del mundo y se hizo con el control absoluto del poder. Durante los siguientes 31 años contó con el apoyo de los militares y de los Estados Unidos. Durante su gobierno se produjeron las persecuciones más enconadas y férreas contra la oposición y miles de dominicanos fueron a parar a la cárcel o fueron asesinados.


A Trujillo le siguió otro sirviente de EEUU, Joaquín Balaguer, igualmente represivo. En 1962, la oposición democrática representada por Juan Bosch logró vencer en las urnas, pero la alegría popular duró muy poco, ya que sobrevino un golpe militar gestado por Washington. El pueblo se rebeló encabezado por el coronel Francisco Caamaño Deño, y defendió la permanencia de Bosch en el Gobierno. El Gobierno norteamericano de Lyndon Johnson no toleró el desafío y ordenó la invasión en 1965. El pueblo se lanzo a la calle y liderado por Caamaño resistió a los marines durante meses. Cientos de personas murieron y otro tanto quedo consignadas como "desaparecidas". Finalmente, sobrevino un acuerdo que los militares no respetaron y Dominicana quedo ocupada por los norteamericanos. Pocos años después, Caamaño seria asesinado al desembarcar, desde Cuba, al mando de una columna guerrillera.

En 1966 los norteamericanos volvieron a imponer a Balaguer como presidente, quien acentuó la colonización norteamericana y produjo mas de 8.000 muertes entre la población resistente.

El Salvador

El mayor interés de la política exterior norteamericana en El Salvador pasó por asegurarse que los respectivos gobiernos del país se sometieran a los millonarios intereses de las compañías de los Estados Unidos. Cuando en 1932, el gobierno militar del general genocida Maximiliano Martínez, se vio amenazado por la rebelión popular encabezada por el Partido Comunista y su líder Farabundo Martí, EEUU no dudo en enviar un acorazado y dos destructores para arropar a su aliado. En esas luchas murieron asesinadas por las tropas de Martínez, más de 30.000 pobladores.

En 1980, el presidente Ronald Reagan autorizó el envió de millones de dólares en sofisticado armamento para los "rangers" del Ejercito local en su lucha contra la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Casi cien mil muertos dejo esta guerra, que terminó en acuerdos de paz poco efectivos. Hoy, los EEUU siguen presentes de mil maneras, a través de sus empresas y su apoyo militar encubierto

En los casos anteriores de intervención los EEUU siempre estuvo detrás de objetivos importantes en lo económico, aun en los casos en los que en el tapete parecía haber un fondo más ideológico.

Plan Cóndor


Las diferentes intervenciones militares contra-revolucionarias que se dieron en Latinoamérica sobre todo en la década del 70 van a apoyarse, a nivel subjetivo, sobre una verdadera ideología de "guerra santa" anticomunista, donde se sataniza una supuesta subversión generalizada y organizada contra la "paz" social y los valores nacionales. Esta visión de la amenaza guerrillera, sin comparación con las fuerzas reales de los movimientos insurreccionales armados, permitió el justificar torturas, secuestros, desapariciones forzadas y terrorismo de Estado. Tras este discurso, el punto fundamental es la constatación que el advenimiento de las dictaduras en América Latina responde fundamentalmente a una fase de radicalización de la lucha social, a una politización acelerada de las clases populares que toma posiciones anticapitalistas y de este hecho a la desestabilización directa de los intereses del gran capital y de sus agentes locales en esta parte del mundo.

"La Operación Cóndor es el nombre clave para la recopilación, el intercambio y el registro de informaciones concerniente a los supuestos (activistas de izquierda), comunistas y marxistas que han sido recientemente puestas en común cooperación entre los diferentes servicios de inteligencia en América del Sur, con el objetivo de eliminar las actividades marxistas en la región.” (Vasconi. T. 1995)

Susana García Iglesias, abogada argentina colaboradora del juez español Baltasar Garzón, señaló el cómo funcionaba la coordinación en el plan Cóndor: "Los opositores políticos eran detenidos en cualquier país y luego, al ser reclamados por las autoridades represivas de cada gobierno, eran trasladados a su país de origen (…) Esta colaboración implicaba evidentemente el desconocimiento de las fronteras. Lo digo especialmente porque muchos de ellos en los últimos tiempos, a la hora de ser juzgados, apelan al argumento de la soberanía nacional (…) La participación uruguaya consistió fundamentalmente en el traslado de comandos uruguayos a Argentina, que se dedicaron a buscar, secuestrar, torturar y desaparecer a exiliados uruguayos en Argentina a su vez, algunos oficiales argentinos operaron en Uruguay para secuestrar gente en Uruguay y trasladarla a Argentina". (BBC, 26708/03 “Todo sobre el Plan Cóndor”. http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_1449000/1449096.stm)

Un ex agente de la CIA, llamado Ralph W. McGehee, que formó parte de la organización entre 1952 y 1977, publicó un libro llamado "Deadly Deceits: My 25 years in the CIA" ("Engaños mortales: Mis veinticinco años en la CIA"), donde cuenta como la CIA participó en la operación Cóndor y particularmente su colaboración con los escuadrones de la muerte de distintos países.

“En otros países del continente, la CIA organizó grupos terroristas para atacar y asesinar políticos de izquierda sin implicar a los gobiernos. Estos grupos incluyen La Mano Blanca y Ojo por Ojo en Guatemala, La Banda en República Dominicana y El Escuadrón de la Muerte en Brasil, en lo que respecta a Uruguay, escribió que la CIA "tuvo en su poder las listas de los más importantes activistas de izquierda. La Agencia entrego los nombres de sus familiares y amigos. Gracias a esta colaboración, la CIA dio a los servicios de inteligencia y a los escuadrones de la muerte, nombres completos, fechas y lugares de nacimiento, nombres de los padres, direcciones, lugar de trabajo, fotografías".
(La Republica en la Red, « Los garfios del crimen clavados en América Latina », Rebelión.org, 13/01/03 ; http://www.rebelion.org/ddhh/cia130103.htm.)

A fines de 1971 la CIA estaba estrechamente conectada con los militares en Chile. Según McGehee, los agentes de la organización "comenzaron a recolectar la clase de información que sería esencial para una dictadura militar después de un golpe de Estado: listas de civiles que deberían ser arrestados, aquellos que serían protegidos y las instalaciones gubernamentales que deberían ocuparse de inmediato".

McGehee recuerda que en junio de 1973, militares chilenos y agentes norteamericanos terminaron de elaborar la lista de extremistas y líderes políticos. Allí estaban incluidos "periodistas marxistas, agentes del comunismo internacional y cualquiera y todas las personas que hubieran participado con cualquier grado de vigor en organizaciones vecinales, comunales u organizaciones nacionales. Se había pedido al Pentágono que autorizara a la CIA a dar a la Armada chilena listas de chilenos relacionados a países socialistas".

Con el fin de completar el trabajo de información, la agencia envió en 1969, a Asunción, a Dan Mitrione, un famoso torturador quien resumía su trabajo por esta formula: " el dolor exacto, en el lugar exacto, con la cantidad exacta con el fin de obtener el efecto deseado”.

El ex agente señala la CIA es responsable de "torturas, desapariciones y muertes". Reconoció también que "en 1973 la CIA supervisó y asesinó al presidente Salvador Allende" en Chile y señaló que la empresa electrónica norteamericana ITT "ofreció un millón de dólares a la CIA para que diera un golpe".

Los nombres fueron divididos en dos grupos: personas desconocidas públicamente pero de importancia para las organizaciones de izquierda y personas conocidas que ocuparan importantes posiciones. Veinte mil ocuparon el primer grupo y debían ser asesinados. Tres mil fueron al segundo para ser encarcelados. En 1973 la CIA "supervisó y asesinó Salvador Allende, el primer líder socialista democráticamente elegido en Latinoamérica. El problema comenzó cuando Allende nacionalizó sectores controlados hasta entonces por firmas norteamericanas. En ese momento la ITT le ofreció un millón de dólares a la CIA para que diera un golpe, lo que fue rechazado. La CIA reemplazó a Allende por el general Augusto Pinochet, quien torturó y asesinó a miles de sus compatriotas” La (Republica en la Red, « Los garfios del crimen clavados en América Latina », Rebelión.org, 13/01/03; http://www.rebelion.org/ddhh/cia130103.htm.)

Es así que el norte se mantiene en el centro y las repúblicas latinoamericanas en la periferia, quizá como producto del pasado colonial y de las traumáticas luchas por su independencia, por el intervencionismo al cual siempre ha estado sometida de manera directa o indirecta, ya sea armada, financiera y quizá la peor de todas la cultural que es la que nos ha llevado a navegar entre los extremos del autoritarismo caudillista, la anarquía y la guerra civil por el otro. Como paradoja a pesar de sus modernas constituciones, siempre inspiradas en buena parte en la de los Estados Unidos, las nuevas naciones estuvieron muy lejos en la práctica de cualquier forma de democracia liberal.

Los pecados pasaron así a la democracia. No hubo responsables individuales. No hubo políticas perniciosas. No hubo ideas equivocadas. Se hizo responsable a una cosa “la democracia” como si ella tuviese voluntad independiente de quienes la utilizan.

Todos estos hechos de violencia, donde los derechos humanos no importaban para nada da mucho que pensar en cuanto al grado de violencia a la que puede llegar el hombre, a veces irracional y descabellado, es difícil pensar en como ideologías tan férreamente incrustadas desembocan en actos que atentan contra la misma humanidad, quizá esa ha sido siempre la realidad y muy pocos quieren cambiarla.

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